El árbol me impresionó al instante, era como un venado petrificado. Le di unas vueltas, decidí poner el cielo oaxaqueño al fondo; el viento soplaba tan fuerte que era casi como un baño seco. Estuve un rato con el cadáver de árbol, sentía que llevaba siglos ahí; las nubes se movían lento y el sol estaba homicida.
